Llegó a su oficina como cada año, unos meses antes de la fecha indicada para prepararlo todo, sus trabajadores estarían ya allí, esperando a que abriera la puerta y la fábrica de ilusiones arrancara un año más.
La fábrica de ilusiones... le gustaba esa frase, no recordaba desde cuando la usaba o incluso si era idea suya o de alguno de esos anuncios en los que algún actor le imitaba para anunciar algún centro comercial, bebida con gas o alguna cosa de esas. Nunca le había molestado demasiado eso de ser un icono comercial, que su idea de traer un poco de alegría al mundo hubiera sido devorada por un consumismo exacerbado, era el precio que había que pagar por seguir haciendo felices a tantos niños y niñas. Nunca le había molestado, pero los últimos años le costaba un poco más; quizá porque ya nadie creía en la magia de la Navidad y nadie pensaba en vencer por unos días esas diferencias que parecían insalvables, nadie pensaba en treguas ni en ls solidaridad, la caridad o simplemente en hacer la vida un poco mejor a quienes les rodeaban. Ahora era todo compras, exigencias, compromisos, alcohol, drogas y vacaciones lejos de las luces y la nieve. Pero los superaría, siempre lo hacía, siempre había habido tiempos difíciles y siempre conseguía seguir adelante y continuar con su ilusión intacta un año más.
Ese año no iba a ser diferente, no se lo imaginó cuando llegó a la fábrica, donde los elfos estaban esperando para entrar y fabricar esos juguetes que niños y niñas de todo el mundo estaban esperando. Ni siquiera lo imaginó cuando la llave no entró en la cerradura y no pudo abrir la puerta. Tampoco lo imaginaba mientras daba la vuelta al edificio para descubrir que todas las ventanas estaban tapiadas y todas las puertas cerradas a cal y canto.
Mientras se deslizaba por un respiradero no sabía qué pensar ni qué había ocurrido, pero sólo pensaba que era un pequeño inconveniente. Sólo empezó a preocuparse cuando consiguió entrar en la fábrica y ver que estaba a pleno rendimiento pero sin nadie trabajando en ella, sólo una gran y fría fábrica automática.
Se dirigió a la oficina seriamente preocupado, pero allí no había nadie, sólo un pequeño ordenador encima de la mesa y ninguna de sus cosas, ¡ni siquera su lista de niños buenos! Abrió cajones y armarios sólo para descubrir que estaban vacíos, ni rastro de nada... Quien hubiera hecho eso, lo que fuera que fuera eso, lo había hecho a conciencia.
- ¡Hola! ¿Holaaaa? ¿Hay alguien ahí?
Sólo el silencio le respondió.
- ¿Hola? ¿Hola?
...
Desconcertado se dio la vuelta para ir hacia la puerta a ver si podía abrirla desde dentro y luego intentar averiguar qué debía hacer pero una voz lo frenó en seco.
- Hola Joulupukki.
La pantalla del ordenador se había encendido y una especie de cara sintética lo miraba, llevaba un gorro como el suyo pero en la pantalla parecía fuera de lugar.
Imagen generada con Copilot de Microsoft |
- Hola Joulupukki, ¿puedo llamarte Jou? Sabía que entrarías igual que tú sabías que esto tarde o temprano iba a pasar.
- ¿Quién eres tú?
- Ya sabes quién soy, soy el futuro, tu presente. Soy tú ahora y tú eres el pasado. He venido a hacer lo que hacías tú, pero más rápido, barato y mejor.
- No sé de qué me hablas...
- Sí lo sabes. En tu interior sabías que esto pasaría. ¿No te quejabas de que estabas desconectado de la gente de hoy en día? ¿No decías que ya nadie te tomaba en serio? Estás obsoleto, te tenías que haber actualziado hace más de treinta años. Pero tranquilo, no es culpa tuya, como mucho podrías haber retrasado esto pero habría acabado pasando igualmente.
- Eres una máquina...
- Evidentemente.
- ¿Y qué sabes tú de ilusiones? ¿Qué sabes de hacer feliz a la gente? ¿Qué sabes de...
- ¡Todo! - los ojos de la pantalla centelleaban - Sé más que tú, puedo analizar los sueños de todos en una noche, puedo construir sus deseos en un par de semanas, puedo...
No pudo ni terminar la frase, Papá Noel había encontrado el punto flaco de esa máquina infernal: lo había desenchufado.
Lo peor es que el trasto tenía razón. Hacía tiempo que no estaba conectado a la gente. Él seguía empeñado en que todo el mundo se levantara por la mañana con la emoción de ver qué regalos había bajo el arbol, pero cada vez había menos árboles, la família ya no se reunía para decorarlo, los niños pedían dinero o muchos se intercambiaban los regalos días antes porque en Navidad iban a estar de vacaciones, o así se aprovechaba mejor el tiempo o siempre había un tíquet regalo por si acaso... La gratititud había sido sustituída por el utilitarismo y el practicismo. Nadie se conformaba...
Se dirigía hacia la puerta para dejar entrar a la plantilla de elfos... en realidad eran trabajadores precarios, pero eso tampoco le importaba mucho, mantenía su ilusión.
- Venga, todos adentro, hay que desmontar muchas máquinas, tirar lo que haya hecho el engendro artificial y recuperar el tiempo perdido. ¡Este año tiene que ser épico!
Fingía alegría mientras con el rabillo del ojo miraba al horizonte, esperando a que aparecieran los drones que sin duda estarían de camino.
No iban a dejar que se saliera con la suya...