Hubo un
tiempo que, por trabajo o por aburrimiento, no lo tenía muy claro, se había
aficionado a esos programas de radio nocturnos en los que la gente cuenta sus
cosas. Los había de todo pelaje; los desenfadados y socarrones que aprovechaban
el anonimato del medio para hablar del sexo más aberrante e imaginario
concebido por mentes realmente enfermas y ávidas de experiencias. Los había con
inquietud cultural que hablaban de historias perdidas y de filosofías
olvidadas. Muchos eran incluso brillantes.
Algunas
épocas transitaba por emisoras locales en los que presentadores y presentadoras
nada convencionales daban rienda suelta a sus filias. Todos ellos gozaban de
una clientela fiel que formaba círculos de complicidad en los que sabía que
nunca podría entrar. De los programas de ciencias ocultas solía aburrirse
porque ni siquiera trataban de parecer serios. De hecho sí que un día se tragó
uno entero en el que entrevistaban a un “auténtico extraterrestre”. Luego se
supo que era un señor de Albacete aburrido con ansias de protagonismo.
Pero una
noche cayó en los programas de ayuda. Solidarios los llamaban. En una emisora
la gente pedía y otros ofrecían, en otra radiaban ofertas de trabajo y en una
tercera ofrecían citas y grupos de amigos para gentes solitarias. Pero los más
eran los de ayuda a personas con problemas. Casi siempre era una presentadora
con voz susurrante la que conducía una sucesión de dramas, lloros y cantos a la
vida en orden caótico y desconcertante. A uno de esos había llamado en un grito
de auxilio: No puedo más dijo y
múltiples llamadas le ofrecieron ayuda y solidaridad. Les damos tu teléfono por privado dijo la presentadora, no te preocupes, resiste.
Nunca llamó
nadie. Quizá ahora sonaba el teléfono, en casa, pero ya no podía oírlo. Sólo
oía el murmullo de las aguas pasando por debajo del puente, esperando a que
llegara tras la caída.
Joooooo. Por qué????
ResponderEliminarEn una época de mi vida, podría haber sido yo.
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