- Louvri zòrèy nou, ou mache lonbraj, vini jwenn mwen, vizite fè nwa a, envoke lannwit tande m ', vin jwenn mwen ap mache san pye, vin lonbraj san yon kò, mwen t'invoco pèdi wout nanm!
Dijo las palabras con convencimiento al tiempo que exhalaba humo. Sacudió las ramas de laurel y derramó el agua y la sal como le había indicado aquella vieja bruja. Y esperó. Esperó mirando fíjamente a la puerta. Esperó. Una gota de sudor le resbaló por la frente y se deslizó por su nariz, sentía otras, más frías cayendo de su pelo, dentro del cuello de la camisa. Sudaba, sudaba y temblaba. Repasó mentalmente el procedimiento, las patas de pollo en la mesa, las especias en los rincones, el conjuro en criollo, estaba seguro de haberlo pronunciado bien... El puro... tenía que ser el puro, claro. No debía haber reparado en gastos, y en los dos estancos que visitó no tenían tabaco haitiano. Luego supo que no existe el tabaco haitiano, pero que el dominicano también servía para su propósito. Para entonces ya tenía un Cohiba, ¿qué tenía que hacer? ¿Tirarlo? El no fumaba puros, no podía desperdiciar el dinero... Y ahora no había funcionado, "Mierda", pensó. Tendría que volver a empezar... Se levantó y fue a la cocina, vaciló antes de cruzar el pasillo, miró a un lado y al otro. Cogió un trapo y se dispuso a limpiar la sal y el agua derramadas. Volvió a mirar antes de cruzar.
- No te preocupes, no hay nadie.
¡El corazón le dio un vuelco! Saltó y se giró a la vez, temblando, sudando... Allí estaba, sentado en el sofá, mirándolo. Era un hombre, completo, vestido con un traje gris oscuro y jersey de cuello vuelto negro. Sombrero de ala estrecha gris, y cinta negra. No sonreía pero se le veía divertido.
- ¿Tienes miedo? Tú me has llamado, ahora no puedes quedarte callado. Mi tiempo y mi atención no son gratis. Te escucho. ¿Qué me quieres proponer?
Las palabras no le salían de la garganta. Pero sabía que debía hablar, decir algo, no quería que se enfadara y se fuera, o algo peor...
- Estás entero. -No supo decir otra cosa.
- ¿Como dices? -Al menos parecía divertido.- ¿No se te ocurre algo mejor?
- He... he oído decir que... los, bueno, los espíritus no tienen pies. -Estaba a un paso de balbucear como un crío asustado.
- ¡Ja ja ja ja! -Al menos la risa parecía franca- Dime -lo miró fíjamente- ¿te parezco un espíritu?
- No... yo... quería decir...
- No te preocupes, sé qué te pasa y lo que querías decir. Sólo bromeaba. ¿Por qué no me sirves un vaso de ese whisky que guardas para cuando no está tu cuñado? Y ponte uno doble tú, lo necesitas.
Se movió sin perderlo de vista, salió de la habitación de espaldas y luego, en el pasillo, ¡en el pasillo!, corrió a su habitación. El el armario, detrás de los zapatos, guardaba una botella de un whisky de malta que sólo saboreaba en las ocasiones especiales. Y sí, la había guardado para que su cuñado no la encontrara. Siempre que venía de visita asaltaba el mueble bar, de hecho era el culpable de que estuviera casi vacío, así cuando venía se iba antes. Con la botella fue al mueble bar, ahora los pies le pesaban. Cogió dos vasos y sirvió dos copas dobles. Alargó una al visitante. Le rozó los dedos, estaban calientes. Se bebió su copa de un trago y se sirvió más.
- Entonces, ¿eres tú la sombra que veo andar siempre en mi pasillo?
- No. Eso es sólo un eco. Alguien que fue y ya no está, no tiene cerebro, es una imagen fijada, antes de morir se debió pasear por aquí y aquí sigue. ¿Quieres que se vaya?
- Pues... si puede ser... los niños, ya sabes, se asustan... -un grito seguido de un lejano quejido interrumpieron sus palabras.
- Hecho. Pero no has montado este tinglado sólo para deshacerte del pobre Secundino, verdad? No has ido a ver a la santona sólo para exhorcizar tu pasillo. Para eso bastan una ristra de ajos y una cabeza de pollo... No tú quieres algo más... Lo veo en ti, en tus ojos -los del visitante refulgían con llamas rojas- dímelo, dime qué quieres y con qué vas a pagar.
Era el momento de decirlo, tenía que reunir el valor y decirle aquello que llevaba meses practicando... Lo tenía pensado, tenía que funcionar.
- Lo quiero todo.
- ¿Todo? -lo miró con una mezcla de extrañeza y curiosidad- ¿Exactamente qué quieres?
- Quiero un poder como el tuyo, quiero hacer lo que tú haces, quiero... el poder total y absoluto que tienes. -Ahora era a él a quien le brillaban los ojos.
- Ya, es muy interesante. Pero tengo un par de dudas y una pregunta. Las dudas son: Para qué lo quieres y con qué vas a pagar. La pregunta es: ¿seguro que sabes dónde te estás metiendo?
- Bien, sí, claro... Sé que estoy hablando contigo, y si no me equivoco tú reinas en los infiernos... y eres el mal personificado y eso... Pero creo que podemos llegar a un acuerdo, ¿vale? Creo que nos podemos entender.
- Te escucho. Habla.
- Bien, esto... Me he cansado de mi vida, ¿vale? Soy un cero a la izquierda, me cuesta llegar a fin de mes... y no paro de ver a gente jodida por mierdas de la salud, ¿sabes? Quiero cambiar, hacer algo con mi vida, algo importante... Y he pensado que tú, bueno, que me podrías ayudar...
- Ajá, te sigo.
- Bien, tú lo puedes hacer todo, igual que Dios, pero sin limitarte a las cosas buenas, perdonar y eso, ¿vale? Y yo puedo hacer lo mismo, quiero decir, puedo ayudarte a castigar a los que se portan mal...
- ¿Eso crees que hago? ¿Reparto azotes? -la sonrisa había desaparecido.
- No, no claro que no, es mas... A ver... Tú po-pones la tentación a la gente, ¿no? y ellos entonces pecan, pero no por tu culpa, sino por ellos mismos, entonces vas y los castigas, sirven de ejemplo y el resto se porta bien, hasta que alguien la caga y vuelves a entrar tú. Te los llevas al infierno y los torturas por toda la eternidad y eso.
- ¿Y eso es lo que quieres hacer? Tentar y torturar... Eres un pelín malote tú, ¿eh?.
- No bueno, seria... sólo a los malos, ¿no? A los que ya no pueden ir al cielo por malos y eso...
- La tuya es una versión simplista de todo... No soy sólo el acicate de los pecadores, soy su inspiración y su perdición. Soy su instrumento y su dueño. ¡Yo soy el pecado!
- Ejem, estooo... sí claro pero ¿qué tal un poco de ayuda? Tiento y cazo, luego te los sirvo...
- Para el carro cocinero, ¿qué te hace pensar que me haces falta? ¿Crees que no puedo yo solo? ¿Crees que no tengo toda la ayuda que me hace falta? La tengo, y ayuda que no tiene esos aires de grandeza que no te caben en los pantalones. Estás gritando "¡Quiero ser importante! ¡Quiero algo grande! ¡Quiero ser la puta hostia en vinagre!" Repito: ¿qué me puedes dar que yo quiera a cambio de tal poder?
- Puedo ser tu Azrael -empezaba a notar el alcohol en las venas, el cerebro estaba ya en una nube a toda máquina y se estaba entusiasmando- Soy listo y quiero hacerlo, deseo castigar pecadores toda la eternidad, deseo el poder, poder hacerlo todo, corromper y comerme a los corruptos. Buscar su perdición y luego castigarlos por ello...
- Sueñas con limpiar el mundo de inmundicia. Quieres el poder para hacer el bien, quieres hacerlo a tu manera. El de arriba no te ayuda a ser bueno, no te lo ha puesto fácil y crees que yo lo voy a hacer. Te equivocas, no quiero más santurrones en mis filas, no te voy a dar ese gusto, sigo sin necesitarte.
- Sí me necesitas. Lo sé.
- ¿Ah sí, chico listo? ¿Y cómo sabes tanto?
- Porque aún no te has ido. Si no me quisieras no habrías venido. Y de haber venido ya te habrías ido, o ya habrías hecho algo conmigo, no tú me quieres a tu lado.
- Chico listo, me has cazado. Dime, ¿para qué te quiero?
- Te lo he dicho, soy listo. Y soy humano. Entiendo a las personas, sé qué quieren y a qué temen. Sería un buen tentador y también un buen castigador. Tú no eres de este mundo, y los que van contigo llevan demasiado tiempo muertos, conocen la burocracia pero ya no son efectivos, no conocen la calle. Yo soy sangre fresca y estoy dispuesto. Quiero hacerlo y sé como hacerlo, sólo me faltan las herramientas.
- Hmmm, ¿y qué me das a cambio?
- Mi alma inmortal y una eternidad de servicio. Me pongo a tu disposicióny bajo tu mando.
- ¿Y si me niego?
- La competencia es más difícil de convencer, pero no imposible... también me querrá en sus filas.
- Puede que tengas razón. ¿Y si te equivocas y no sirves?
- Tienes mi alma como juguete para romper.
- Tienes huevos, te lo voy a conceder. Vamos a ver qué pasa...
- Hay una condición...
- Cuidado, sólo tienes dos huevos y los estás exprimiendo mucho...
- Mi familia, se quedan al margen... es decir ya sé que todo tiene un precio y tal, pero ellos no. Seguirán sus vidas hasta lo que iba a ser antes de hacer este trato, que nadie venga a buscarlos ni a hacerles nada. Me encargo yo de ellos.
- Eres duro negociando, pero me interesas. Andamos faltos de voluntarios, al menos en sus cabales. Tu familia queda fuera, excepto si fallas. Entonces serán míos, y tu condena será ver qué les pasa durante toda la eternidad. Sin segundas oportunidades. -Se terminó el whisky- Empiezas ahora, no tardes, sabré lo que haces.
No llegó a parpadear que el visitante se había esfumado, sólo quedaba la huella que había dejado en el sofá. Él no se sentía distinto, sólo un poco mareado por el whisky, ahora lo empezaba a acusar... deseó estar mejor y el malestar se fue. Era verdad, podía hacerlo... ahora sólo debía pensar en cómo castigar a toda la mala gente de la tierra, acabar con guerras, hambruna y demás plagas y como esquivar al diablo que le pediría tentar a inocentes y torturar a quienes cometieron un error. Todo ello mientras protegía a su familia.
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Todo era blanco. Lo único negro allí era él. Se ajustó los puños de la americana y esperó. Al final entró él. Hoy era un alegre veinteañero de rubios rizos y ojos claros. En cuanto lo vio lo saludó con un apretón de manos.
- ¿Lo hemos conseguido? ¿Es nuestro?
- Es nuestro. Como dijisteis que sería.
- Bien, bien. Servirá mejor que si mandamos a Miguel de nuevo a la Tierra. Lo intenta pero no conoce a los humanos, no los entiende... Por cierto, ¿cómo va todo en tu reino hijo mío?
- Muy bien Padre, tan tranquilo como siempre. Aunque en estas fechas llega más gente de la que me gustaría.
- Querrías que todos vinieran aquí, ¿verdad?
- Con todo mi corazón.
- Sabes que no es posible... Lamento tu carga y la comparto, pero eres necesario, tu trabajo es necesario, sin ti nadie conocería la capacidad de elegir el bien. Nadie podría admirar la belleza sin conocer la fealdad. En verdad te digo que eres mi hijo preferido, el de la tarea más ardua y el más querido. Sin ti no soy más que un viejo al que ya nadie haría caso.
Eres malo malote eh?
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